domingo, 17 de noviembre de 2013

Ni un centavo



Me dijeron que pase a la habitación; abrí la puerta con una sensación de ansiedad y confianza, la encontré tendida sobre la cama. Su cuerpo excelso brillaba sofocado de blancura inocente propia de su edad, ella estaba ahí y temerosa me ofrecía su cuerpo motivada por una voluntad personal que no era precisamente la de tenerme, sino más bien correspondía más a una necesidad de dinero. La acaricie lentamente mientras la observaba aun sin ánimos de querer desvestirme, jugaba con sus senos y con la ínfima apreciación del tacto su mirada parecía cambiar, ya no estaba asustada, sus pupilas se encendían cada vez más deseosas y a mí me fascinaba a cada paso la idea de poseer a esa mujer que había degustado solo en sueños … la que observaba al salir del trabajo pasar tan ligera vistiendo ese uniforme escolar mientras le preguntaba porque no había respondido mis cartas, ella solo sacaba su dedo del medio me lo mostraba y se iba, pero ahora pues, luego de saber en lo que anda metida y la plata que necesita, finalmente puedo hacerla mía.
Ahora puedo perpetrar la unión de los cuerpos, puedo hacer de este acto coital la cosa más exquisita que ha probado en su vida, puedo hacerle sentir un calor muy similar al amor para mi bastaran solo los instantes sobre su dermis.
Muy cauteloso recorrí su cuerpo con mis labios, la bese por cada rincón y luego sin previo aviso la penetre con mucha fuerza, me hundí en su expresión de sorpresa y dolor y en como esta fue menguando cada vez más hasta exteriorizarse en forma de gemidos de placer.
Resistí hasta que ella no pudo más y exploto en un colosal y húmedo orgasmo, probablemente el mejor de su vida hasta entonces. Solo ahí descanse y me tendí a su lado mientras ella recuperaba el aire y me contemplaba sonriente.

Sonriente le respondí: no voy a pagarte ni un centavo por esto.