Me dijeron que pase a la habitación; abrí la puerta con una sensación
de ansiedad y confianza, la encontré tendida sobre la cama. Su cuerpo excelso
brillaba sofocado de blancura inocente propia de su edad, ella estaba ahí y
temerosa me ofrecía su cuerpo motivada por una voluntad personal que no era precisamente
la de tenerme, sino más bien correspondía más a una necesidad de dinero. La acaricie
lentamente mientras la observaba aun sin ánimos de querer desvestirme, jugaba
con sus senos y con la ínfima apreciación del tacto su mirada parecía cambiar,
ya no estaba asustada, sus pupilas se encendían cada vez más deseosas y a mí me
fascinaba a cada paso la idea de poseer a esa mujer que había degustado solo en
sueños … la que observaba al salir del trabajo pasar tan ligera vistiendo ese
uniforme escolar mientras le preguntaba porque no había respondido mis cartas,
ella solo sacaba su dedo del medio me lo mostraba y se iba, pero ahora pues,
luego de saber en lo que anda metida y la plata que necesita, finalmente puedo
hacerla mía.
Ahora puedo perpetrar la unión de los cuerpos, puedo hacer
de este acto coital la cosa más exquisita que ha probado en su vida, puedo
hacerle sentir un calor muy similar al amor para mi bastaran solo los instantes
sobre su dermis.
Muy cauteloso recorrí su cuerpo con mis labios, la bese por
cada rincón y luego sin previo aviso la penetre con mucha fuerza, me hundí en
su expresión de sorpresa y dolor y en como esta fue menguando cada vez más
hasta exteriorizarse en forma de gemidos de placer.
Resistí hasta que ella no pudo más y exploto en un colosal y
húmedo orgasmo, probablemente el mejor de su vida hasta entonces. Solo ahí descanse
y me tendí a su lado mientras ella recuperaba el aire y me contemplaba sonriente.
Sonriente le respondí: no voy a pagarte ni un centavo por
esto.