miércoles, 22 de septiembre de 2010

Asi se muere

Lo vi venir, apareció de pronto una noche, no una mañana, con fecha y hora exactas pero que no consigo recordar por lo grave de mi situación.
Esto me esta matando, recuerdo haber pensado mientras me esforzaba en reconocer los síntomas que se abalanzaban sobre mi.
Era fácil describirlo: me explotaba la cabeza y se me derretían los ojos
Pero en medio de mi delirio buscaba quizá metáforas mas propicias para complacerme, mi cabeza tiene ahora forma de trinchera y los soldados mutilados pugnan por salirse, arremeten contra mis paredes craneanas con todos sus medios, escucho sus gritos densos y desgarradores desarmándome los tímpanos y fluyendo por mi boca en forma de líquido rojo, me desespero y no consigo ver nada pues mis ojos están ya por salirse de su orbita, desprenderse de sus cuencas y caer al vacio muy muy adoloridos.
Me sentía verdaderamente mal, pésimo, entonces me metí a la cama  con el único objeto de terminar con esa crisis buscando quizás en el sueño que vendría un consuelo momentáneo para mi exaltado organismo; dudando si mañana el sol se pondría para mi a bañar mi lánguido y exhausto rostro con su brillo tibio que atraviesa la ventana, quizá despertaría y olvidaría todo lo ocurrido antes de dormir , o quizás esos rayos proyectarían luz y sombra sobre un rostro muerto.
Desperté, era increíble e inexplicablemente para mí me hallaba muy agradecida.
Fui a la cocina esperando encontrar a mi hermano desayunando tranquilamente como siempre, pero este ya no estaba, se había marchado temprano y ni se despidió de mí.
Me dirigí a las oficinas, el viaje habitual de pronto se volvió el mas solitario que he tenido en mi vida, todo parecía tan falto de vida, tan sospechosamente calmado, tan escala de grises y yo por alguna razón aun guardaba motivos, aun sentía que el color fluía por mis venas.
En el trabajo nadie me dirigía la palabra, nadie cruzo miradas conmigo, por suerte nunca llame la atención o me destaque por nada en mi entorno laboral así que no me resulto hiriente  o desconcertante, solo un poco sospechoso.
Faltando diez minutos para la hora de salir, todos se van aproximando a mi escritorio a dejarme flores, no dije nada solo los observaba, quien dejaba un ramo o quien simplemente una flor mal cortada y también quien no me dejo nada.
Ya hace rato todos marcaron tarjeta y se fueron del edificio, el quinto piso se lleno de ese aroma de las flores mártires que aguantan  para no podrirse con la misma agua después de días, era el olor característico de los velorios, y mi soledad lo procesaba como un perfume digno de un jardín celestial de flores frescas. Me quede sola  solo con la luz sobre mi escritorio encendida, sabe Dios cuanto tiempo y nadie ni el de limpieza se atrevió a botarme.
La tarde que moría parecía arrancada de una de esas películas europeas: filtro azul, frio y mucha lluvia. Contemple por la ventana como el ultimo coche negro abandonaba el estacionamiento, me tomo un segundo entenderlo, había muerto.
Ahora solo faltaba que lo acepte.