jueves, 3 de enero de 2013

Perdoname

Este cuento es de finales del año pasado, pero con este inicio este año...

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La noche se mostraba honda y de un frio incierto, las calles desoladas y los faroles parpadeando. Querías salir a dar un paseo.
Prendí un cigarro a pesar de que sabía que no te gustaba que fumase, que te hacía daño, prendí un cigarro y expulse el humo directamente contra el cielo, observando maravillada como se perdía contra la neblina.
Nos acercábamos hacia el final de la esquina, desde lejos el rumor de una canción de Vilma palma e vampiros rompía con el silencio de la noche, venia de un automóvil, algunos chicos se habrían quedado celebrando.
-          Vamos en dirección contraria
-          No
-          Vamos lejos del ruido
-          No Felipe, no.
 Permanecí inmóvil, no quería mas soledad y oscuridad desierta, me bastaba con eso en mi día  a día , quería quedarme cerca de la música, porque no quizá beber algo con los muchachos, después de todo hace poco éramos como ellos, hace tan poco tú eras tú.
-          Vamos a tomarnos algo con esos muchachos
-          ¡No! ¡Qué te pasa! ¿estás loca?
Ignorando su respuesta, empuje con todas mis fuerzas su silla de ruedas hacia la dirección del auto, el en un movimiento rápido me quito el cigarro de las manos y me lo presiono contra el brazo izquierdo.
Solté un alarido y deje de sujetar la silla, mientras él se daba la vuelta para alejarse pude notar una especie de brillo en sus ojos, estaba feliz había conseguido dañarme aunque muy superficialmente me había herido y ahora se salía con la suya.
Hubiera deseado no reaccionar así, como una niña, pero ese es el problema con nosotros, a tan avanzada edad, jamás pudimos dejar de ser niños, descubrimos que así se disfruta más pero también se sufren sus respectivas consecuencias.
Corrí hasta alcanzarle, no fue difícil, Felipe ya estás muy viejo, lo arroje de  la silla y comencé a darle puntapiés.
-          ¿¡Quien te crees viejo!? ¡A mí no me vas a cagar así!
Felipe solo se quejaba y se tapaba la cara, no decía nada, sabía muy bien que se había pasado de la raya y ahora estaba siendo castigado, yo ya estaba harta de soportar  todas sus cosas de cumplirle sus caprichos, de llevarlo aquí o allá, yo ya estaba harta y cada patada lo demostraba; Pero el al parecer el estaba harto también por eso con toda la fuerza de sus brazos que alguna vez me estrujaron hasta dejarme sin aliento, me agarro de la pierna  y jalo hasta conseguir que resbale y caiga alrededor suyo.
Cerré los ojos me golpeé muy fuerte la cabeza, volví a abrirlos esperando lo peor pero no sucedió nada de lo que pensaba, Felipe al lado abrió también los ojos y repentinamente se incorporo ante mi sorpresa, sentado observo a su alrededor todo como si lo estuviese viendo por primera vez, contemplo por largo rato una botella de plástico vacía tirada en medio de la vista, durante ese momento yo intente moverme pero mi cuerpo no respondía, especialmente mis piernas, carajo no me habré roto la columna, Felipe voltio a verme como si hubiera leído mis pensamientos y puedo jurar que me dio la impresión que esbozo una leve sonrisa.
Lo vi ponerse de pie sin mayor dificultad, sentí una mezcla de asombro y pánico, luego de tantos años, y ahora que va a ser de mí.
Me contemplo largo rato en el piso, sin poder moverme absorbió mi miedo y mi vulnerabilidad pero permaneció con la expresión intacta como la compasión que tendría un animal de otro de su especie, se dirigió hacia la botella vacía y la pateo con todas sus fuerzas, reboto en la vereda y regreso hacia el otro lado de la calle expandiendo una ola de ecos, una sinfonía de pequeños golpecitos que destruyeron la calma e hicieron que la música de Vilma palma se acabara.
Felipe se acerco a mí, creí que me ayudaría a levantarme, pero comenzó a patearme sin que yo tuviera la menor sospecha, así era él, impulsivo, mientras sentía su duro zapato impactar con diferentes partes de mi cuerpo solo atine a cubrirme y a implorar que me perdonase, que me perdonase por todo.
Volví a sentir un dolor en la cabeza y abrí los ojos estaba ahí recostada y Felipe a mi lado junto a su silla de ruedas, creí que se trataba de un sueño hasta que me levante y comprobé que mis extremidades respondían, entonces me dispuse a despertarlo para irnos a  de vuelta a casa, lo subí con dificultad a la silla y lo conduje.
Faltando una cuadra para llegar note que no se movía, cogí su mano y estaba helada, los ojos se me pudieron vidriosos y me acerque a su oído para susurrarle: Perdóname.